No al suicidio

Yo también he estado ahí. Imaginando o mejor dicho, planificando la mejor forma de terminar con mi vida. Barajando las opciones. Preguntándome cuál sería la menos dolorosa. La más rápida. 

Estar en el laberinto oscuro y por mucho que luches, que camines, que te caigas y te vuelvas a levantar, siempre llegar a una pared que te impide ver la luz, es muy cansado.

La muerte se convierte en la única solución posible a todos los problemas. La muerte es la solución. La muerte es la salida. La muerte es la luz.

Pero entonces ves la cara de tus hijos y piensas en su dolor. El dolor de perder una madre sin motivo. ¿qué culpa tienen ellos? Y ves a tu marido intentando esforzarse porque estés mejor. Y no lo consigue. Sientes su frustración. Se enfada porque no entiende. ¿QUÉ TE FALTA? (es su pregunta)

No me falta nada. Tengo casa y comida. Mi familia está bien. Me sobra mi cabeza. Mi cabeza está rota.

Es con mi cabeza que tengo que luchar, pero mi mente está rota. Si tienes que caminar y tus piernas están rotas, vas con muletas, con silla de ruedas, te llevan a cuestas. Si tienes que comer pero te han quitado una muela, te haces purés y sigues comiendo. Si no ves bien te pones gafas. Si no oyes, hay audífonos. Pero si tu cerebro está roto ¿qué haces?

Por fin lo entendí. Sentí que mi vida estaba intentando levantarme del suelo tirando del brazo roto. Si alguien se cae y se rompe un brazo, no intentes levantarle tirando del brazo. Déjalo en el suelo y ayúdale para que su brazo se cure. Cuando el brazo esté sano, se podrá apoyar y levantarse solo. 

Pedir ayuda no es un fracaso. Hay personas que saben arreglar brazos. Hay personas que saben arreglar mentes. Busca a esas personas. Te aseguro que existen. Y si estás en España, llama al 024.




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