El Dragón murió



El dragón murió.
Yo lo maté, por fin. 
Dejó de vivir en el momento en que dejó de herirme. 
Porque su objetivo era ese, verme sufrir.
Y dejé de sufrir, y ya no tenía razón para seguir existiendo. Por eso se derrumbó. 

Pero su cadáver sigue aquí. A mi lado. Se va descomponiendo lentamente. Su sangre dio color a mis rosas. Rosas rojas de intenso aroma. La primavera las ha florecido.

La piel se seca y se convierte en abrigo. Abrigo de piel. Piel que también uso para mis zapatos, zapatos que me llevan más allá de lo que nunca pensé que iba a llegar.

El dragón murió.
Él lo mató. 
Mi caballero hincó su espada y me lo mató. 
Su cadáver ya no hace daño. Sólo nutre. Me nutre, transformándome en algo mejor. Alimento de mis Rosales. Preciosos Rosales

Sus huesos son mi cabaña. Ya no llueve aquí dentro. Ya no me mojo nunca más con las lágrimas del cielo.

Y el resto, desapareció. Visceras, cerebro, músculos. Sólo quedó una piedra, lo que antes era su corazón. O que nunca lo había sido....

Entradas populares de este blog

Champú sólido de ortiga

Cómo abrir piñas piñoneras

¿Por qué no ha venido el ratoncito Pérez?