La arruga y la cana
Justo un día después de cumplir los 40 la vi. Ahí estaba escondidita entre mi pelo. Blanca como la nieve y recta como un tronco. Se había plantado allí, en medio del bosque negro de mi cabeza, sin permiso.
¡Vaya okupa!
¿Arrancarlas? Eso pensé en primer lugar. Pero de qué sirve, si van a seguir saliendo. Será mejor que me haga amiga de ellas, total, ya me van a acompañar el resto de mi vida. Les he comprado un vestido negro a cada una y así nos empezaremos a llevar bien.
Pero lo peor es que Cana no vino sola, se trajo a su amiga Arruga que se había colocado justo entre mi ojo y mi sien. Ésta es más tímida. Sólo me saluda cuando le sonrío. Pero cada vez se queda más rato conmigo. Y me temo que se ha traído a una amiga suya para ocupar el otro ojo. También hermanas pequeñas que le acompañan, y otras amigas, que han preferido instalarse alrededor de mi boca. Incluso hay una o dos que les gusta el ático de mi frente.
¿Qué puedo hacer con ellas?
Mientras me lo pienso... Les voy a dar de comer.